Silvia Arjona Martín./ Bogotá.
“Eres negra, eres pobre, eres fea. Y eres una mujer”. Ésta frase no es del pasado. Son muchas las mujeres negras, indígenas y mestizas que todavía hoy son estigmatizadas por tener la identidad que tienen en muchos lugares del mundo. La colonialidad, el patriarcado y el capital irrumpen en la vida de muchas mujeres para estigmatizarlas y ser consideradas socialmente fuera de la normatividad cuyo castigo, muchas veces, es el feminicido.
Si a esto le sumamos que existe o ha existido un conflicto armado en el territorio, las violencias se convierten en algo estructural y arraigado de un pueblo. Guinea-Bissau, un pequeño país al occidente de África, cuenta con una historia de mujeres ligada a la resistencia colonial y patriarcal y a la búsqueda de la paz. Durante la lucha de liberación nacional contra el colonialismo portugués (1063-1974/75), las mujeres guinenses participaron de las actividades políticas clandestinas, primero, para luego unirse a las operaciones militares cuando se intensificó la guerra. Fueron ellas, la mayoría rurales y sin mucho acceso a la educación ni a las estructuras políticas de los movimientos de liberación, las que organizaron las “milicias populares”, grupos armados de mujeres cuyo objetivo era proteger a la población y mantener el orden público de las aldeas de las zonas liberadas del ejército colonial.
¿Pero qué queda de toda esa resistencia femenina y feminista hoy en Guinea-Bissau? La investigadora Patricia Godinho Gomes lleva años trabajando con las mujeres de su país para rememorar la historia y visibilizar el papel que todas ellas tuvieron en el pasado. Ellas, de forma colectiva, van generando sus propias pedagogías de resistencia y de organización autónoma en contra de las violencias de los modelos patriarcales locales y de la fragilidad del Estado, con el objetivo también de reparar sus dolores y transformarlos en conocimientos y luchas por la justicia.
A pesar de que estas formas de re-existir de las mujeres africanas son diferentes a las de las mujeres afroamericanas, Patricia ha participado en el Foro Internacional sobre Feminicidos de grupos etnizados y racializados, realizado a finales de abril en Buenaventura (Colombia), junto a investigadoras y activistas de Guatemala, Argentina, México, Canadá, Irán, Italia y Colombia, entre otros países. El objetivo de este encuentro ha sido el de reflexionar en “tejido colectivo, comunitario y rabioso” sobre los asesinatos a las mujeres y las violencias que sufren en todas sus formas, teniendo en cuenta al colonialismo, la raza, la clase social y el género como aspectos que presionan y van en contra de los enfoques diferenciales.
Patricia Godinho Gomes, que actualmente trabaja en la Universidad Federal de Bahía (Brasil), ha compartido sus investigaciones con AECOS sobre la lucha de las mujeres guinenses y sobre cómo sus resistencias de memoria histórica, conocimientos ancestrales, territoriales y antipatriarcales están construyendo su país a pesar de la pobreza y la inestabilidad política que padece.

¿Qué es pedagogía de la re-existencia?
La resistencia y luego la re-existencia normalmente se dan en contextos de violencia y de transformación social. Hablar de formas de enfrentar situaciones de violencia. Son modos de buscar formas alternativas a la opresión y a la presión.
Re-existir, en el caso de Guinea-Bissau, ha significado entender lo que fue la lucha armada, el proceso violento de formación de identidad nacional donde las mujeres fueron sumidas a ese proceso con su participación. Allá se dio un proceso de re-existencia, ellas se inventaron nuevas formas de estar, de vivir y de relacionarse. Re-existieron a un proceso violento contra una fuerza externa (colonialismo) y luego otras formas de violencia interna (como la lucha armada y el patriarcado) que se dieron y que obligaron a crear alternativas a esa resistencia. Entonces re-existes en tiempos de existir nuevamente.
¿Cuáles son las formas de ser y de estar ahora de las mujeres guinenses?
Hay muchas formas de ser y de estar entre las mujeres guinenses. Hay que diferenciar entre las mujeres que pertenecen a la clase dirigente (instituciones del Estado) de las que no pertenecen a ese mundo. Las primeras están comprometidas con una agenda política, con el Estado y con el gobierno. Por otro lado, hay mujeres productoras, las del comercio popular, las que viven en condiciones de vulnerabilidad y precariedad y ellas también actúan y crean formas de re-existir, especialmente a las violencias impuestas desde hace décadas por las políticas neoliberales que también practica el Estado, que recaen y empobrecen a las comunidades. Estas mujeres también tienen una forma de ser, sobre todo que genera solidaridad entre ellas mismas.
También se auto-organizan y esas mujeres las encontramos todos los días en los mercados públicos donde venden productos para la sobrevivencia de sus familias y comunidades. Las comerciantes, las agricultoras, las productoras, las vendedoras de pescado, las pescadoras, etc. Estas comunidades son periféricas de la ciudad y del centro del poder institucionalizado pero también forman una parte importante del mundo femenino.
Otra realidad son las mujeres que trabajan o colaboran con organizaciones sociales. Sus formas de re-existencia son la respuesta de la violencia del Estado, ante la falta de un Estado, porque Guinea-Bissau es frágil. Y crean formas alternativas para afrontar esas situaciones de precariedad.

¿Existen relaciones entre las luchas y resistencias de las mujeres africanas con las de las mujeres afroamericanas?
Aunque se trate de luchas muchas veces comunes, son realidades diferentes. Las mujeres negras africanas, sin contar a las mujeres de cultura árabo-islámico del norte del continente africano que también llevan luchando por su independencia, lucharon sobre todo contra un colonialismo europeo y, claro, blanco. La cuestión de la racialización de la estructuración de la sociedad a partir del concepto de raza (con algunas excepciones) pertenece, sobre todo, al mundo americano, donde las mujeres sufrieron presiones por género, por raza y por clase. Es decir, porque eran mujeres negras y pertenecían a una clase social pobre. Así, esa lucha fue conducida mucho dentro de esos términos.
En África, a excepción de Sudáfrica y algunos otros países del África austral, cuyos regímenes han sido racistas y dominados por una minoría blanca, la mayor parte de las mujeres luchó contra una fuerza colonial externa. La mayoría de la población local era negra pero no tuvieron el problema de la pertenencia y la convivencia forzada entre blancos y negros en el mismo territorio, la tierra era de unos y de otros aunque los negros fueron fundamentalmente subalternizados por la población blanca. En África se luchaba contra la presión del colonialismo.
La opresión que sufrieron fue en términos también de modelos patriarcales, tanto de las mujeres africanas como afroamericanas. Ahí sufrieron el mismo problema y lucharon contra él, aunque éstas en términos generales eran diferentes en cada continente. En América (Estados Unidos) era un régimen racista: tú eres una negra, estadounidense dentro de tu propio país dominado por una fuerza blanca también nacional. En África eso no se dio después de la independiencia. Combatimos el colonialismo pero no tuvimos una fuerza blanca permanente dentro de nuestro país.
En este sentido, ¿dirías que en Guinea-Bissau, en particular, y en África, en general, no se siente el racismo?
El racismo existe de otras maneras, porque en sociedades colonizadas han creado formas de racismo que acabaron entrando en las estructuras. ¿Por qué? La clase criolla que sucedió con el colonialismo portugués, por ejemplo, era una clase mestiza que tuvo beneficios de las políticas coloniales (mayor educación, acceso a la formación, acceso al empleo, etc.) y eso creó formas de subalternización y de racismo. Además, la minoría criolla dominó el Estado después de la independencia. Los criollos eran (y son) representados por las personas más claras de piel que hablaban portugués, que eran consideradas más “civilizadas”, que entraban en el modelo colonial, entonces ahí hay racismo. Cuando hay gente que piense que es superior a los otros hay pensamiento racista.
¿Quizás por ello las palabras negro y negra suenan normal en África pero mal en Portugal o España, por ejemplo?
Sí, claro. Para el mundo africano de lengua oficial portuguesa es todavía una ofensa porque los portugueses entendían negro a lo inferior, lo salvaje, lo primitivo, que no sabían nada. Pero no es así en realidad. Negro es una construcción histórica y ahí tendríamos que hablar de cómo se construye la idea de la negritud en África y en las y los africanos. Desde el punto de vista de la construcción histórica es correcto el término, aunque su uso ideológico y político que se hizo de él creó muchos problemas.
Entonces, ¿tiene sentido hacer un encuentro de feminicidio de grupos etnizados y racializados por la importancia de los términos?
Tiene sentido porque es un problema global. Muchos estados africanos tienen problemas de violencia grave derivados de situaciones de conflicto, y muchos son considerados hoy países de “post-conflicto”, como Guinea-Bissau. Tiene sentido también porque en el continente africano hay muchos problemas de feminicidio y violencia sexual hacia las mujeres. Así que creo que comparar experiencias entre dos mundos que históricamente están unidos (África y América Latina) es importante. Primero porque no hay muchos trabajos de experiencias sobre las violencias de conflictos, y para nosotras africanas es importante saber cómo se están organizando las mujeres en esta parte del mundo, qué están haciendo, qué relaciones están teniendo con los estados, qué piden a los estados, cómo lo enfrentan, cómo negocian, cómo se organizan para crear soluciones de forma alternativas…
Desde mi punto de vista y experiencia de estudio, es muy difícil denunciar formas de violencia todavía hoy. En mi país existe la Red Nacional de Lucha contra la Violencia de Género (RENLUV) pero, de forma general, los datos son todavía muy desconocidos, hay pocas denuncias y necesitamos entonces empezar a trabajar en términos sistemáticos, hacer una base de datos para saber dónde ocurren las denuncias, el tipo de denuncias que son, qué tipo de violencias se comenten, etc. Y a partir de ahí empezar a trabajar con base en estadísticas sistemáticas.
La violencia se da mucho en las zonas más internas del este del país, pero eso no se conoce bien. Nadie denuncia, las mujeres sienten vergüenza o miedo. También es paradójico que existe la idea socialmente difusa de que la mujer está hecha para soportar el dolor. Existe el dicho popular sufridur ta padi fidalgu, que quiere decir la mujer sufridora da la luz al hidalgo, es decir, todo el sufrimiento de la mujer da beneficio a los hijos que trae al mundo. Entonces, es una situación complicada porque está perpetuada en la cultura.
Desde el punto de vista estructural hay muchos problemas. Desde la educación existe un alto nivel de mujeres analfabetas y pocas mujeres con formación superior y eso es un problema. La situación de la salud pública afecta mucho más a las mujeres; no hay servicios ni infraestructuras, especialmente en las zonas rurales…

¿Cómo ves la lucha de las mujeres en la actualidad en tu país?
Los movimientos sociales lo veo muy bien, están bien organizados y activos, fuera del Estado siguen trabajando fuera del estado, no les interesa estar dentro porque hasta ahora hubo pocas respuestas. Por eso, las mujeres se organizan autonómamente responden a los problemas, se fortalecen, dan educación a los hijos, crean cohesión social, crean solidaridad y muestran que las diferencias pueden ser un punto de fuerza, no de conflicto.
Por último, ¿cómo está la situación política guinenese en la actualidad tras el golpe de Estado que hubo en 2012 y los fallidos procesos electorales posteriores?
Muy complicada, no me gusta mucho hablar de mi país y su situación política actual, prefiero hablar de las mujeres y de lo que están haciendo hoy para responder a los problemas y a los contrastes de las crisis políticas, económicas y sociales.