Nuria Varela: “El cansancio de las mujeres responde a que estamos hartas de tanta desigualdad y violencia”

José Manuel Rodríguez Pizarro / Badajoz

Si pensamos en mujeres que han marcado y siguen marcando el devenir de los movimientos feministas en España durante las últimas décadas, una de ellas es, sin duda, la periodista, escritora, profesora y experta en violencia de género y políticas de igualdad Nuria Varela. Fue, además, la primera directora de Gabinete del único Ministerio de Igualdad que ha habido en nuestro país, entre los años 2008 y 2010, con Bibiana Aído como titular, durante el segundo mandato de José Luis Rodríguez Zapatero.

Nuria Varela

Varela cree que “el feminismo vive momentos confusos, como el mundo en general” y que “su riqueza radica en sus múltiples miradas y en las aportaciones de mujeres de distintas generaciones”, a pesar de que “el neoliberalismo nos ha colonizado y que el patriarcado sigue siendo un enemigo fuerte”. Piensa que el patriarcado ha intentado imponer una “cultura del simulacro”, por la cual se intentan calar mensajes falsos, como que en realidad el patriarcado no tiene tanto poder y que todo el mundo desea la igualdad cuando, a tenor de algunas cifras, es todo lo contrario.

Autora de títulos como Íbamos a ser reinas o Feminismo para principiantes, Nuria Varela estuvo en Extremadura la pasada semana para presentar su último libro: Cansadas. Una reacción feminista frente a la nueva misoginia (Ediciones B). Este volumen surge ante el desconcierto de estos tiempos, con discursos como el del presidente de EE.UU., Donald Trump, con una misoginia tan abrupta, pero también con alegatos de una nueva misoginia, más sutil e invisible.

Portada de 'Cansadas' de Nuria Varela

Las mujeres, ante la pregunta de cómo nos encontramos, verbalizamos que estamos ‘cansadas pero bien’ o ‘bien pero cansadas’“, por lo que Nuria Varela se propuso escribir este libro como respuesta a esos “tipos de cansancio”. El primero, el físico, con dobles y terceras jornadas de trabajo; el segundo, el de la presión por tener un aspecto impecable: seguir los cánones de belleza, llevar tacones… Los otros “cansancios” serían la medicalización, según la cual gran parte de los problemas de las mujeres se traducen en fármacos para darles respuestas, y el no menos significativo de la patologización, es decir, el tratar ciclos vitales de las mujeres como enfermedades: la menstruación, el embarazo, el parto, la menopausia…

Ese cansancio –insiste Nuria Varela– responde a que estamos hartas de tanta desigualdad y, sobre todo, de tanta violencia: de asesinatos, de violencia física, sexual, simbólica…”. De ese cansancio y hartazgo surge una misoginia: por un lado de, por ejemplo, Trump, de carácter hiriente y violento. Además de ésa aparecen otras fórmulas de misoginia, más sutiles, de manera que ha cambiado la forma y es más difícil de ver y de combatir. “Una misoginia que, aclara Varela, nace del no tener alma, cabeza, inteligencia, derechos…”, siguiendo un eje histórico en las luchas del feminismo. “Es cierto que el feminismo es una historia de éxitos” pues se ha pasado del no absoluto a la afirmación de ciertos derechos de ciudadanía para las mujeres en algunos países aunque “no se ha logrado todo y el no contar con verdaderas sociedades igualitarias es una anomalía de nuestras democracias en pleno siglo XXI”.

La violencia simbólica hacia las mujeres es aquella más sutil, invisible, insensible, normalizada y que sostiene otras formas de violencias, construida con muchas “medias verdades y medias mentiras”. Esta escritora feminista ejemplifica esa normalización con un hecho histórico de gran relevancia: la Revolución Francesa, que es vista por lo general como una gran conquista para la humanidad en derechos y libertades, sin caer en la cuenta de que no es verdad puesto que esa Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 discriminaba a las mujeres, que se vieron en una peor situación tras la aprobación del Código Civil Napoleónico. Así, se normaliza, como ocurre también cuando se habla de los síntomas del infarto, y solo se citan los que afectan a los varones cuando para las mujeres son diferentes los síntomas.

Revolucion Francesa

Uno de los rasgos de esa violencia simbólica es que se impone como neutra, se convierte en neutro un ejercicio de desigualdad y en el imaginario colectivo patriarcal no hay justificación. Es el caso del uso del masculino como neutro, desde la Real Academia de la Lengua (RAE), o el ver en la publicidad como “normal” la representación de una mujer cuidando de sus hijos y de un hombre trabajando en un taller mecánico. “Hay cosas que, de tanto verlas, ya no desciframos lo que hay detrás”, de igual manera que “hay cosas que pensamos que no existen porque no las vemos”, como una fotografía en un periódico de una reunión de personas directivas de grandes empresas, compuesta únicamente por mujeres.

La construcción de género, sobre la cultura, los mandatos y las exigencias, en función de si se es mujer u hombre, comienza mucho antes de nacer. Nuria Varela comentó una anécdota del tiempo en que estaba embarazada de su hijo. Fue a una tienda para comprar una cajonera blanca y la dependiente le preguntó qué iba a tener. Nuria dijo que sería un niño, a lo que ella le respondió: entonces los tiradores van con barcos; para las niñas tenemos corazones.

Esa anécdota sirve para mostrar cómo, lejos de disminuir esos estereotipos de género, están aumentando: por lo general lo positivo es lo masculino y lo negativo, lo femenino. Esas imágenes reales de mujeres estereotipadas permanecen como inmutables, pues hay que tener en cuenta que “la igualdad se aprende pero la desigualdad también”.

Lenguaje sexista

Una manifestación evidente de esa desigualdad de género es el lenguaje sexista, según Nuria Varela, “otra anomalía democrática pues la RAE obliga a adoptar el lenguaje sexista”, forjado en elementos extralingüísticos, basados a su vez en los principios de poder y privilegio. Podemos decir “sirvienta” pero no “médica” e incluso, en cuanto a profesiones, se diferencia por sexos, según quién la realice, dando más prestigio a los varones que la desempeñan. Así, las mujeres son “peluqueras”; los hombres, “estilistas”. Ellas son “cocineras” y “azafatas” frente a sus compañeros “chefs” y “auxiliares de vuelo”, respectivamente.

Nuria Varela cree que no es cierto el argumento manido de la economía del lenguaje, partiendo incluso del “¿por qué hay que recortar también en el lenguaje?”. Pone un ejemplo: “Los extremeños se manifiestan…” cuando se podría decir “Los extremeños y las extremeñas se manifiestan…” o, simplemente, “Extremadura se manifiesta”, una fórmula más corta y una opción inclusiva.

Recordando las palabras de Celia Amorós: “Conceptualizar es politizar“, se insistió en cómo no es igual decir “violencia doméstica” que “violencia de género” pues en el primer caso no se incide en quiénes son víctimas, victimarios, a qué responde, etc. “Está claro que conceptualiza quien tiene poder” y la RAE durante trescientos años ha cerrado las puertas a las mujeres, pese a haber tenido a mujeres notables, más que merecedoras de haber sido académicas, como Emilia Pardo Bazán o María Moliner.

María Moliner.jpg

Sexualización de las niñas

Macela Lagarde hablaba de “sincretismo de género” y de cómo aunque las mujeres tengan ahora en algunos países ciertas responsabilidades y poderes son evaluadas en función de otros factores externos, como su familia, su vestimenta… y están sujetas a juicios y miradas, de tal forma que “puedes ser lo que quieras pero importa, y mucho, el cómo te vistas, te comportes, te relaciones…”. “Solo hay que ir a una franquicia de moda y ver la sección de ropa para niñas” o el llamado “fenómeno princelandia”, que aparece en ciertos medios de comunicación normalizado, sin un discurso crítico, y haciendo creer que “la niña será lo que quiera ser de mayor pero desde pequeña se la somete a que, por ejemplo, celebre su cumpleaños en un entorno sexista, donde como regalo le pueden pintar la uñas, maquillar y ponerse guapa para que la vean así. Es un ejemplo de violencia simbólica y nueva misoginia”, concluye Varela.

Mitos del amor romántico

Este fenómeno responde a una forma normativa de relacionarnos y esa norma es vista como un “pensamiento mágico”, según el cual frente al amor no cabe la razón. Otras derivadas de estos mitos son cómo se nos vende que lo ideal y deseable es tener pareja, el conocido como “mito de la media naranja” (hay una persona para ti, y hasta que no la halles no estarás completa), o el “mito omnipotente del amor” (que lo puede todo, da igual que no se compartan visiones e ideales con tu pareja). “El pensamiento mágico disfraza las relaciones igualitarias, alejadas del acoso, de la violencia, de la cultura de la violación…”, prosigue Varela.

Sobre esa “cultura de la violación”, se ha normalizado, según contaba Nuria Varela, el que ha de ser la mujer quien tiene que cuidarse de no ser víctima (con ideas del tipo: cómo ibas vestida, dónde estabas, qué hacías, con quién andabas…), tratando de exonerar al agresor o incluso no relatando el que se ha sido víctima de una violación. “Es rotundamente falso el que nos proteja la sumisión, el renunciar a salir solas o a elegir un tipo de ropa concreta. Se sufre menos violencia sexual en aquellas sociedades con más libertades, que saben convivir”.

Otro interesante aspecto que expuso Nuria Varela es el “mansplaining” y “cómo hay algunos varones que por ejemplo explican a las mujeres qué es el feminismo, con condescendencia, sin haber leído a las teóricas de esta corriente, sin autoridad ni conocimientos”. Al respecto, hay un libro muy interesante, recomendado por Varela: Los hombres me explican cosas, de Rebecca Solnit.

Los hombres me explican cosas

Gestación subrogada y educación para la igualdad

En los últimos meses se ha abierto un debate en España sobre la “gestación subrogada”, que, según Nuria, ha perdido el nombre pues no dejan de ser “vientres de alquiler”, algo fruto del sistema neoliberal. Pese a que han surgido algunas voces discordantes en los movimientos feministas, Nuria Varela tiene clara su posición: “Las mujeres ni se compran ni se venden, ni los niños y las niñas. Los vientres de alquiler ya están regulados en España: están prohibidos por la ley”.

Por último, recordó la necesidad de que exista, a su juicio, una asignatura reglada de Educación Afectivo-sexual e Igualdad de Oportunidades en colegios e institutos, preferentemente en edades tempranas de la infancia, obligatoria y con profesorado especializado pues, afirma, “los principios de igualdad, recogidos en la Constitución, y de valores éticos no-violentos han de estar expresamente en el currículo”, mucho más allá de las charlas y talleres que ofrezcan, con muy buenas intenciones, organizaciones feministas y de otra índole. Para crear sociedades igualitarias, la educación es fundamental y para ello hay que “tocar los cimientos” y poner en valor la “sororidad”, la “generosidad entre mujeres” pues “juntas no somos más, somos mejores, más sabias…”.

 

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